Al despertar al mundo de tus sueños
y desde ellos contemplar la mañana
en que tus años dejan la edad temprana
y abandonan los juegos más pequeños;
Al admirar tus mofletes risueños
iluminados desde la ventana
por el sol, la bruma y la llama vana
de la aurora de fuegos halagueños;
nadie puede evitar que mi sonrisa
y el brillo emocionado de mis ojos
traspase el despertar como una brisa
y haga bordear de tonos rojos
el brillo de mi niña ahora sumisa
y el lento amanecer de mis congojos.
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