2010/11/14

Berlanga

El camino que plácido tomaba
el aiga deseado y anhelado
de escopetas de marca bien armado
desnudo y esperando se quedaba.

El marqués que vello coleccionaba,
el catalán por siempre retratado,
y hasta el alcalde siempre bien hablado
lloran juntos por algo que se acaba.

Tinta en negro el blanco de la pantalla
y llora el objetivo aún sin pelo
pensando en cineasta tan canalla.

El verdugo no tiene ya recelo
de valenciana y sarcástica falla
donde arden hijo padre y consuelo.

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