hay combates
desiguales entre dedos.
Unos escriben
disparan otros.
Y es curioso este combate.
A los que primero matan
tardan más en morir.
Un disparo tras otro solo deja
un reguero de muertos
y un charco de sangre.
Una letra tras otra
pueden dejar un relato,
una verdad o un sueño.
Un lamento, un cuento
y hasta un sentimiento.
Y eso no hay quien lo mate
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